El contexto

Un momento en la historia de nuestro país.

Hagamos memoria. Situémonos en el principio del siglo 21. Al final de esta década, se cumplirán 200 años de la Primera Junta de Gobierno. No tenemos datos, porque el censo, que se realiza cada diez años desde 1869, no se pudo hacer en 2000 por falta del presupuesto correspondiente.

Han sido rebajados los salarios públicos y las jubilaciones -congelados durante los diez años de la convertibilidad- también el presupuesto educativo y el presupuesto militar. Las Obras Públicas, los pagos a proveedores del Estado están paralizados. No hay variedad de productos, ni de limpieza ni alimentarios ni de medicamentos. . .las góndolas están escuálidas. Protagonizan las “segundas marcas” y los productos “truchos”. Igual, el sueldo de los que tienen sueldo se acaba en la primer quincena. Y se puede retirar solo comprando, o en mini cuotas diarias. . .Las provincias pagan sueldos y deudas con cuasi-monedas, con Bonos de deuda. Esa circulación se torna casi tan grande como la moneda de curso legal. . .


Los bancos no devuelven el dinero depositado y permanecen enrejados, tabicados. Los ciudadanos golpean cacerolas frente a los Edificios Públicos, frente al Congreso Nacional, la Casa Rosada.
La escena se replica en todo el país.
Suenan las cacerolas frente a los bancos, frente a las casas de los funcionarios, frente a las empresas de servicios públicos.
Todo el día, todos los días.


Europa se llena de argentinos emigrantes. Son los “Sudacas”, entre ellos profesionales y universitarios cuya única ocupación desde hace años es manejar un taxi. Son los que vendieron todo para poder emigrar, con pasaje de ida sola, recorriendo el camino inverso al de sus mayores. Algunos van sin sus esposas, sin sus hijos, para “abrir camino”.

Tristeza. Desazón. Desesperanza.
Cesaron ya hace meses las nuevas inversiones privadas en Tecnología, en Innovación, luego, muchas fábricas cierran para reabrir en Brasil.
Las mas tradicionales, las grandes empresas se van. No hay casi publicidad en medios. Desaparecen marcas comerciales centenarias.


Hay calles cortadas, avenidas, rutas. . . son piquetes de trabajadores cesanteados, de desocupados, de pequeños productores. Claman por su dinero, por sus empleos, por comida. . .

Mientras, los medios hablan de que se buscará un funcionario extranjero para gobernar el Banco Central, el Presidente del gobierno de la “alianza” huye en helicóptero dejando una estela de muertos por balas policiales, los caballos de la policía montada arremeten contra las Madres en la Plaza de mayo, rebelión civil. La gente vuelve y vuelve a las calles, a las plazas. Mas muertos por la represión de la protesta ciudadana.


Cesación total de pagos de Deuda Externa. El “default” mas grande de la historia planetaria. El país termina gobernado un año y medio por un Senador, se garantiza a los bancos sus acreencias en dólares. No así los sueldos, ni los fondos previsionales, ni los depósitos: Pesificación asimétrica. Todos se sienten estafados, se pierden ahorros, viviendas, planes de futuro. . . El banco Central tiene reservas similares a las de 1975. Y la deuda externa es 30 veces mayor.

En las elecciones de 2003, el sistema de partidos políticos estalla.
Quien va a asumir, obtuvo un 22% de los votos. Sensación de debilidad, de una nueva y pronta frustración. La Corte Suprema condiciona al nuevo gobierno, también los empresarios a través de los diarios conservadores. Las mas poderosas multinacionales habían iniciado juicios por cifras gigantescas en los tribunales extranjeros.

Esa fué la cuna en la que se alumbró el nuevo gobierno.


Reconociendo que estábamos en el Infierno. Cosa que todos sabíamos. No había promesa posible de ser formulada ni escuchada. No había anhelos factibles de verse cumplidos.

El punto de partida

En ese contexto, el 25 de mayo de 2003, ¿Quién podía soñar con ver realizada alguna meta de progreso? ¿Quién, si los reclamos eran tan primarios como empleo, o aunque sea comida? De estabilidad, previsibilidad, seriedad, desarrollo, ni se hablaba.

¿Podía alguien sin ser tildado de iluso, pensar en que el Bicentenario nos iba a encontrar con casi diez veces más reservas en el Banco Central? ¿Que el empleo formal se iba a casi triplicar? ¿Que el presupuesto educativo se iba a transformar en el más grande de Latinoamérica, al igual que las remuneraciones jubilatorias? ¿Que se iban a suceder casi ocho años de superávit de la balanza comercial y del presupuesto corriente del Estado? ¿Que no iba a cerrar ningún banco ni se iba a cambiar el signo monetario? ¿Que solo seis años después la proporción de deuda en base al PBI iba a ser mejor en nuestro país que en muchos países desarrollados? ¿Que la deuda externa se iba a reducir en un 75%, en base a pagos realizados en efectivo y renegociaciones con quita? ¿Que, todo eso se iba a realizar junto con la cantidad de obras públicas mas grande de la historia? ¿Que se iban a entregar computadores portátiles a cada alumno de Escuelas Públicas en todo el país? ¿Que todo eso y muchísimo mas se iba a realizar en un contexto de ser felicitados hasta por el Imperio? ¿Que todos los lugares vacacionales iban a inundarse de ciudadanos cada verano y cada fin de semana largo? ¿Que Argentina iba a festejar el Bicentenario con una fiesta de varios días con asistencia de millones de ciudadanos venidos de todo el país junto a una decena de presidentes latinoamericanos y a presidir un nuevo organismo multinacional sudamericano?

Sin embargo, todo eso ocurrió, y mucho mas en la misma dirección reparadora. Recuperamos la autoestima de ser un país en serio. Todos los prejuicios que a principio de siglo se tenían respecto de la salida posible fueron sistemáticamente derribados por la acción del nuevo gobierno, pacientemente, sin pausa durante los siete primeros años.