LO QUE LES PREOCUPA DE LA CÁMPORA

 La campaña contra La Cámpora

Un cuento de fantasmas

Por Fernando Melillo


No es lo que dicen para atacar a sus integrantes lo que les preocupa de La Cámpora. Les preocupa su carácter colectivo y su creciente masividad en una juventud que ha recuperado vocación de participar y de preocuparse por su país y por los demás.

Relato (del lat, relatus)
1. Conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho.
2. Narración, cuento.
      Diccionario de la Real Academia Española.

Erase una vez en algún lugar del sur de América. Sentado en lo alto del cerro Dominante, el GOMO (gigantesco ogro mediático opositor) hablaba a los temerosos PIPAs (pequeños inocentes pobladores de Argentolandia) que atentos lo escuchaban: “Una peligrosa pareja de fantasmas llamados El Relato y La Cámpora está asolando ciudades, ríos, pampas y montañas. ¡Cuídense mucho de ellos! Sepan que El Relato maneja como nadie el arte del engaño y el disfraz. Puede andar por el pasado, el futuro y volver al presente una y otra vez. Por su parte, La Cámpora se mueve a velocidad del rayo y parece multiplicarse cada día en todos los rincones del territorio. Además, ya controlan los cielos y ahora van por el subsuelo. ¡Cuídense y salvemos a Argentolandia de ellos! Recuerden que pueden hablar como doctor, obrero o paisano, que tienen muchos amigos que los ayudan y que están a sus anchas hasta en humilde morada. Atención con estos fantasmas. Uno es bicentenario y grande, el otro joven y veloz. Se los vio juntos partiendo en globo en Parque Patricios el 11 de marzo de 2011. Y una vez más, celebrando, sumando fuerzas y audaces planes el último 27 de abril en un fortín de Liniers.”   
Hace más de un año que políticos, intelectuales y periodistas opositores parecen tener algunas obsesiones, algunos blancos preferidos y recurrentes de su accionar crítico y descalificador cuando no francamente destructivo o destituyente. Tapas de diarios y revistas, editoriales completos, frases hechas y distribuidas al por mayor en el espacio audiovisual concentran sus cargas en cantidad y continuidad sobre el relato K y La Cámpora.  Resulta significativo, habida cuenta de la enorme importancia de hechos ocurridos, decisiones adoptadas, temas en debate parlamentario que pueblan la agenda pública, tan reiterado ensañamiento sobre un “intangible” como es el relato, o un relativamente reciente agrupamiento militante político mayoritariamente juvenil. Los cuestionamientos y ataques personalizados a funcionarios (salvo el permanente a Cristina, por supuesto, como antes lo fue a Néstor Kirchner) van y vienen según la coyuntura, así como los temas en cuestión. Pero todo sirve, se acomoda, se relaciona y se articula para “pegarle” al relato y La Cámpora. ¿Por qué?
Lo cierto es que una simple y rápida búsqueda en Internet pone en evidencia que todos los políticos opositores desde Macri, Carrió y De Narváez hasta Cristian Castillo pasando por la Juventud Radical, todos los editorialistas y columnistas estables de Clarín, La Nación y Perfil, algunos intelectuales como Sarlo y Caparrós y un todoterreno como Lanata se dedican denodada y enfáticamente a erosionar el relato K. Pueden comenzar a partir de cualquier hecho o tema para terminar en tres líneas argumentales complementarias:  el relato K es ficción, va en una dirección mientras la realidad va por otra; el relato es todo, lo que no existe es la gestión; o, finalmente, el relato es un modo arbitrario de ordenar, distorsionar y presentar los hechos de manera efectiva en cuanto a manipular el sentimiento o la opinión de la gente. Veamos dos ejemplos cercanos de la lógica antedicha.“El relator del relato” titulaba en tapa la revista Noticias   buscando enlodar a Víctor Hugo Morales. “Analizan crear un ministerio del relato kirchnerista”, encabezaba una nota del periódico de la misma editorial Perfil sobre la eventual integración de las áreas de gobierno de cultura y comunicación.  Queda claro que no hay confrontación sustancial de contenidos o hechos. Hay, en un caso, un comunicador prestigioso y popular “comprado” para engalanar el discurso oficial. Y en el otro, no hay relato sobre la gestión sino gestión privilegiada del propio relato.
En realidad, lo que los atemoriza del relato K es su consistencia, la correspondencia entre discurso y hechos, su capacidad de explicar lo que nos pasó y nos pasa como sociedad, dando cuenta al mismo tiempo de lo que se hace y por qué en tanto gestión de gobierno.
Intentan banalizarlo porque explicita un modelo económico, social, político y cultural en progresiva construcción en sintonía, y a veces en vanguardia, de lo que ocurre en el mundo y en nuestro continente.
Lo atacan porque abarca más que un programa económico exitoso “por el viento de cola”. Más que una mayoría política democrática creciente por ausencia de oposición. Más que la ampliación normativa de derechos sociales e individuales. Por eso intentan destruirlo o neutralizarlo. Porque siendo más, a su vez contiene esas realidades, las integra y articula permitiendo al pueblo y sus dirigentes pensar, opinar, confrontar sentirse identificado y participar desde lo científico, lo técnico y la sofisticación intelectual hasta el sentido común y las vivencias de la cotidianeidad.
Si así no fuera, ¿a quién preocuparía? Las ideas sueltas no seducen, la teoría sin práctica no organiza, los programas de gobierno sin gestión son palabras al viento, los procesos históricos sin causas ni antecedentes, sin actores sociales en pugna de intereses no pueden comprenderse y mucho menos participar de ellos.
Le tienen pánico porque cuando el modelo se profundiza, acentuando y ampliando sus alcances, corrigiendo sus errores, incorporando sus omisiones y pendientes, el relato crece, se hace más fuerte y más fértil. Y asegura su descendencia, imprescindible en la historia para tener trascendencia.
Será por eso que en las dos oportunidades en que la presidenta se refirió por cadena nacional a la reestatización del 51% de las acciones de YPF para la recuperación estratégica de la soberanía energética, en el salón de la Casa Rosada, frente a ella, en el centro y primera fila, estuvieron sentados los máximos dirigentes de La Cámpora. No es casual que estuvieran allí simbólicamente ubicados en ocasión en que el relato agrega una contundente página histórica más. Como no es casual que sean sistemáticamente satanizados por la misma entente corporativo-mediática que embate sin éxito contra el relato.
¿Qué no se ha dicho de ellos y por lo tanto de quienes conducen y representan? “Guardia Pretoriana de Cristina”, “chicos bien que sólo conocen las mieles del poder”, “que militan con grandes sueldos por y con la caja pública”, “que son demasiado jóvenes para…”, “que ya no son tan jóvenes para…”, “que mucha formación académica pero poca experiencia…”, “que poca formación para tanta responsabilidad de gestión”, “que son mascarones de proa obedientes y teledirigidos”, “monjes negros que conspiran en Olivos contra este y el de más allá”, y así sucesivamente hasta la impostura de esa diputada nacional que desde la banca justificaba su oposición a la recuperación de YPF con que “no quería darle otro juguete a La Cámpora”.
Pero no es lo que dicen para atacar a sus integrantes lo que les preocupa de La Cámpora. Les preocupa su carácter colectivo y su creciente masividad en una juventud que ha recuperado vocación de participar y de preocuparse por su país y por los demás.
Les preocupa que su conducción esté integrada por militantes barriales, sociales, universitarios y de Derechos Humanos que resistieron en los ’90. 
 Les preocupa su centralidad (que no sean simple ala de agitación y movilización) en la construcción de la fuerza  política nacional del gobierno.
Les preocupa la integralidad de su práctica política: bases, militantes y cuadros territoriales, barriales, sociales, estudiantiles, técnicos y profesionales, en todo el país, en la sociedad civil y en los tres poderes del Estado a nivel municipal, provincial y nacional.
Les preocupa que vayan avanzando en unidad y organización con agrupamientos similares para ir superando la atomización sectaria y las prácticas caudillescas o punteriles de la política neoliberal de fin de siglo.
Les preocupa, sobre todo, que en decenas de miles de jóvenes se esté haciendo realidad el puente generacional que en el siglo XXI imaginaron y pusieron en marcha Néstor y Cristina.
Que lleven el nombre de quien fuera presidente de la República después de una vida de lealtad a Perón y con el respaldo de una juventud combativa, de sensibilidad y conciencia social que pronto demostró hasta dónde llegaba su compromiso con un país más justo.
Volviendo al principio de esta columna, pareciera cada vez más claro en boca de quién está el cuento, y dónde el relato de un pueblo haciendo su historia.